lunes, 8 de mayo de 2017

En buena compañía (1)

Las presentaciones de libros son excusas para los buenos encuentros. Estoy segura. Conversaciones interesantes, brindis y otros entusiasmos.
A veces son  más.
Y es por la compañía.
Decir gracias a María Emilia López por su lectura es poco.
Así que va silencio agradecido.
(Y a Cris Macjus por las fotos)

 
 LO QUE NO ES PIEDRA, NI MIRLO, NI POEMA 
(ÚNICAMENTE)

Texto leído con motivo de la presentación del libro EMA Y EL SILENCIO, de Laura Escudero Tobler, ganador del Premio Hispanoamericano de Poesía para niños 2015.
Librería del Fondo de cultura económica.
Buenos Aires, 5 de mayo de 2017.
Por María Emilia López
“Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado
a deletrearlo”.
Roberto Juarroz

Laura elige como umbral para “Ema y el silencio” estos versos de Juarroz, el poeta del pensamiento, el poeta-filósofo. Y a mí me hace pensar inmediatamente en las zonas más profundas de la poesía, que no siempre son consideradas como tales cuando hablamos de poesía para niños. Me surgen entonces algunas inquietudes sobre la relación entre poesía y filosofía o poesía y pensamiento y decido tomar ese atajo para comenzar esta pequeña intervención (¿poética?).
La filósofa María Zambrano dedicó un libro a pensar las relaciones entre poesía y filosofía. La traigo como compañera aquí:

“A pesar de que en algunos mortales afortunados, poesía y pensamiento hayan podido darse al mismo tiempo y paralelamente, a pesar de que en otros más afortunados todavía, poesía y pensamiento hayan podido trabarse en una sola forma expresiva, la verdad es que pensamiento y poesía se enfrentan con toda gravedad a lo largo de nuestra cultura. Cada una de ellas quiere para sí eternamente el alma donde anida. (…) Hoy poesía y pensamiento se nos aparecen como dos formas insuficientes; y se nos antojan dos mitades del hombre: filósofo y poeta” (…) Vale la pena manifestar la doble necesidad irrenunciable de poesía y pensamiento y el horizonte que se avecina como salida del conflicto1.

Zambrano se remonta a Platón para dar cuenta de la lucha más vigorosa por imponer la toma de poder del pensamiento (la filosofía) por sobre la poesía, y señala que desde ese entonces “la poesía se quedó a vivir en los arrabales, arisca y desgarrada, diciendo a voz en grito todas las verdades inconvenientes; terriblemente indiscreta y en rebeldía”2.
Pero vayamos más atrás: “¿Qué raíz tienen en nosotros pensamiento y poesía? ¿A qué amor menesteroso vienen a dar satisfacción?” 3 . 2

¿Alguna de las dos necesidades es más profunda que la otra? ¿Alguna de las dos proviene de una región más honda de la vida humana?
Para el poeta su materia es lo que se impone ante sus ojos, es la evidencia, y también lo son sus ensoñaciones, el “dar vuelta las cosas”, como diría Juarroz. El poeta cambia el foco hacia lo que mira, lo trastoca pero no a puro capricho, sino desde otra lógica que construye a fuerza de establecer nuevas relaciones entre lo que ve, lo que intuye, lo que siente, lo que sueña, lo que irrumpe, lo que fogonea su lenguaje gastado por la monotonía de la comunicación. El mundo del poeta es entonces, a la vez, pensamiento y poesía, es lo diurno y lo nocturno, es lo palpable y lo etéreo, es tal vez lo más pleno del ser humano, porque está hecho de lo fáctico y lo inapresable, y lo inapresable es infinito; el alma y la inteligencia humanas entonces son infinitas. De algún modo la relación de imbricación entre poesía y filosofía resuelve parte de la pesadez del mundo, el poeta otorga a la vida esa “levedad”4 de la que hablaba Calvino, levedad que nada tiene de superfluo, sino, por el contrario, es un arduo trabajo dedicado a romper la “compacidad” del mundo, a desbaratar las representaciones dadas, a hacer del uso de la palabra una “persecución perpetua de las cosas” 5 , es decir un esfuerzo perenne para descongestionar el significado y percibir lo múltiple; “mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”, decía Pizarnik.

Ema y la levedad:
El sol hundió las manos
en la tierra
cavó hasta el fondo
y dejó
una semilla minúscula
negra
como la oscuridad más oscura
como clave de sol
o una duda.
La semilla brotó
fue mirlo
y voló.
A veces bajo el árbol
un signo de pregunta
picotea lombrices
y canta al cielo
(mirlo es eso,
pozo profundo 3

música del sol
una luz).6


En “Ema y el silencio” los poemas traban un triple juego: lo profundo del pensamiento, el envés de la mirada poética y un lenguaje que persigue a las cosas hasta desnudarlas, para arroparlas luego al modo en que los niños trastocan las cosas del mundo cuando juegan.

En el roble
pequeños cuencos alojaban
frutos dorados.
En otoño cayeron.
Ahora cuelgan
tazas vacías de las ramas
los pájaros las llevan
a sus nidos
beben sol a montones
y cuentan a sus hijos
historias
de lo que brota de nuevo.
De la lluvia.
De cuando las hojas tienen
sueños de barco
y esperan
vientos que las lleven
sobre acantilados de nubes
y bosques
de anémonas azules.
Ema trepa al árbol:
atrapa peces de luz
se hamaca en canoas pequeñas
cuenta caracoles
escucha el mar.7

Pienso entonces en ese origen poético de la infancia: nos hacemos “niños” –más allá de la edad biológica- por el acto de jugar, es a partir del reconocimiento y posterior extrañamiento sobre las cosas del mundo como aprendemos a imaginar. Imaginar, vestir y desvestir el lenguaje, explorar el significado, construir lógicas que permitan entender el mundo, desbaratarlas, ver –otra vez- el envés de todas las cosas. Juego-poesía-pensamiento se convierte entonces en una trilogía fuertemente imbricada. A la sangre que corre por las venas de la infancia la tiñen de igual modo los juguetes y el poema. 4

Una oruga hace
con hojas
cosas.
Por ejemplo, mariposas.
Mastica con esmero
pliegue, dobles, mordisco
y agujero.
Origami de oruga:
hermosura.8

Italo Calvino decía que “el cuento es un caballo: un medio de transporte, con su andadura propia, trote o galope, según el itinerario que haya de seguir”9. ¿Y qué es el poema?, ¿”poquitas letras que suben y bajan”, como me dijo una niña de tres años un día?, ¿”un cuento que a veces no cuenta nada, pero canta”, como me dijo otro de cuatro?
Hagamos este pequeño ejercicio: les propongo observar la luna; ya sé que son menos de las siete de la tarde, que tal vez no haya asomado, que estamos dentro de un auditorio impermeable al hueco de la noche. No importa, cerremos los ojos, e imaginemos. Es Calvino, nuevamente, quien nos va a guiar:

Luna de la tarde
“La luna de la tarde nadie la mira, y ése es el momento en que más necesitaría de nuestro interés, puesto que su existencia está todavía en veremos. Es una sombra blanquecina que aflora del azul intenso del cielo, colmado de luz solar; ¿quién nos asegura que se las ingeniará también esta vez para cobrar forma y esplendor? Es tan frágil y pálida y tenue; solo en un lado comienza a adquirir un contorno neto como el arco de una hoz, y el resto está aún todo embebido de celeste. Es como una hostia transparente, o una pastilla disuelta; solo que aquí el círculo blanco no se va deshaciendo sino condensando, agregándose a expensas de las manchas y sombras grisazules que no se entiende si pertenecen a la geografía lunar o si son rebabas del cielo que todavía tiñen el satélite poroso como una esponja”10.

¿Dónde está la poesía, dónde está el poema? ¿Qué es un poema?, ¿solo las palabritas flacas que suben y bajan?, ¿es una música?, ¿es tal vez un pájaro que no se conforma con cooperar con su bandada en cada migración y entonces arriesga su vida para explorar otra experiencia aérea, otro posible e incierto porvenir?

Una mariposa
no es
lo que parece.
A veces
sus vuelos son guirnaldas
farolas en las flores
pañuelos
otras
sobre una cala
su vuelve palidez
y llora.
Una mariposa
es
de vez en cuando
tristeza
alegría
de vez en otra.11

¿Qué hay en los poemas de “Ema y el silencio”?, ¿quién los habita?, ¿a qué juegan?
Gata peluda
La gata peluda
duda:
¿es oruga
despeinada,
o es
gata achicada
que
aparte de pelo,
de gata
no tiene nada?
Humor, naturaleza, melancolía, asombro, juegos de infancia, silencios y musicalidades. Eso: la música, que no es un opuesto del silencio, la música que convive con la poesía desde siempre. Así como en la música se logra una unidad, aunque esté compuesta de instantes efímeros, así el poeta busca la unidad de su poema, su “trasmundo”, como diría Zambrano. La matemática sostiene a la música, ¿no tiene la poesía también su “matemática”? ¿Cuál es la matemática que sostiene los poemas de “Ema y el silencio”?, ¿cómo trabaja Laura poeta esas zonas de tensión entre el asombro, lo efímero, lo errático, y la unidad? ¿Qué es lo que canta en esta poeta? 6

Esta referencia a la música me recordó un relato de Federico García Lorca, que me parece especialmente interesante, porque aúna varias de las cuestiones que intento poner a dialogar aquí. Dice Lorca:
“Los recuerdos, hasta los de mi más lejana infancia, son en mí un apasionado tiempo presente. Y se los contaré. Es la primera vez que hablo de esto, que ha sido mío solo, íntimo, tan privado, que ni yo mismo quise nunca analizarlo. Siendo niño viví en pleno ambiente de naturaleza. Como todos los niños adjudicaba a cada cosa, mueble, objeto, árbol, piedra, su personalidad. Conversaba con ellos y los amaba. En el patio de mi casa había unos chopos. Una tarde se me ocurrió que los chopos cantaban. El viento al pasar por entre las ramas producía un ruido variado en tonos, que, a mí, se me antojó musical. Y yo solía pasarme las horas acompañando con mi voz la canción de los chopos. Otro día me detuve asombrado. Alguien pronunciaba mi nombre, separando las sílabas como si deletreara: “Fe-de-ri-co”. Eran las ramas de un chopo viejo, que al rozarse entre ellas, producían un ruido monótono, quejumbroso, que a mí me pareció mi nombre”.12

También hay una matemática de la música de los árboles, un extrañamiento de la mirada que convierte a la piedra o al mueble en compañero del habla. Hay una búsqueda de la unidad que no distingue poesía de pensamiento.
Angelo, el papá de Lorenzo, un bebé de 6 meses que concurre al jardín maternal donde trabajo, nos dijo ayer: -me di cuenta de que a Lorenzo con lo que más le gusta jugar es con los “no juguetes”. Se refería a las cajas, envases variados, tapas, cucharas, objetos de la vida cotidiana desinvestidos de la función “juguete”. Claro, porque Lorenzo está trabajando para convertirse en niño, y eso lleva implícitas ciertas operaciones sobre las cosas, sobre la mirada hacia las cosas, sobre el acto de nombrar, sobre la enunciación. Tengo la fuerte sospecha de que Lorenzo no distingue entre pensamiento o filosofía y poesía, ejerce ambas a la vez, con total convicción. No tiene otra opción. Para jugar, necesita de la poesía en un sentido amplio, de ese alboroto del sentido, del asombro, la fantasía y el descubrimiento, necesita construir también cierta unidad propia. ¿No es entonces su “juguete-cosa” o su “cosa-juguete” un poema y a la vez un artefacto científico con el que se inserta en la cultura del mundo?
Por eso agradezco tanto que exista “Ema y el silencio”, que haya poetas que abonen el trabajo de los niños. Por eso hago esta pequeña aunque sentida y honda celebración de este libro. Lorenzo y todos los niños merecen muchos “Ema y el silencio”, alimentos de la raíz humana, frutos frágiles y ciertos de la palabra. Palabra que canta, que rompe la inercia del tiempo, que instala un silencio revelador. Gracias a Laura Escudero, por cada nota y cada imagen de su cuenco poético. Gracias a la Fundación para las Letras mexicanas y a Fondo de cultura económica, por elegir publicar poesía para niños, por premiarla, por abrigar la travesía de los poemas de toda la colección.


1 Zambrano, María. Filosofía y poesía. Fondo de cultura económica. México, 1993.
2 Ibid.
3 Ibid.
4 Calvino, Italo. Seis propuestas para el próximo milenio. Siruela. Madrid. 1998
5 Calvino, Ibid.
Ema y el silencio. Laura Escudero Tobler. FCE – FLM. México, 2016.
7 Ibid.
8 Ibid.
9 Ibid.
10 Calvino, Italo. Palomar. Alianza. Madrid. 1985
11 Ibid.
12 García Lorca, Federico. Obras completas. Aguilar. Madrid. 1992