viernes, 4 de abril de 2014

Sumo para no restar

 Paro la oreja. La conversación no es para mí pero estoy cerca. Profes de Lengua y Literatura hablan con fervor de sus asuntos. De los repertorios de lectura que han escogido para sus alumnos adolescentes: El Quijote, poesías de Becquer, cuentos de Cortázar, Borges, algo de Soriano, ¿cómo impugnar ese corpus?, ¿quién lo haría? Hablan de su amor por esos textos, que ha sido amor de jóvenes. Ha sido lo que leyeron y los enamoró durante su propia formación. “Ahora no tengo tiempo para leer”, dice alguien.
Oh… han escogido los textos que leyeron en los tiempos en que podían leer. Tiempos que se recuerdan con añoranza, cuando la vida no era el torbellino de urgencias domésticas que es.
Cómo juzgarlos. Entiendo de lo que hablan. No es fácil contradecir al mundo, abrir un libro y ponerse a leer con la pila de platos para lavar. No es fácil hacerlo. Porque luego, ya se sabe, no es fácil parar. Volver al tiempo en el que el libro era capaz de esa captura absoluta, capaz de lograr la ausencia completa del universo de los actos prácticos. No hablo de leer para preparar la clase que pone en el punto del leer “para” y es otra forma de lectura. Digo leer todo lo que “antoje”, que de allí saldrán las clases.
Porque sin querer la escuela tiende sus trampas de repetición y conservadurismo y la clase de literatura se convierte en una misa en latín. Todos salmodian su letanía para dejar contento al fulano y aprobar. Y el profe se ha convertido en su instrumento. Por sus viejos amores y su falta de tiempo.
Y cómo les gustaría a sus viejos amores entrar en diálogo con voces nuevas, frescas, desacantonadas. Lenguas que buscan su espacio en lo que ha germinado de aquellas. Los viejos van a vibrar en sus encuentros con estos “raros peinados nuevos” van a bajar del olimpo y a sacudirse el polvo. Y de paso nos lo sacuden a nosotros.
Porque no seremos los de literatura “los viejos vinagre” caídos del mundo que la tradición señala que debemos ser. De ninguna manera. Tampoco jóvenes adolescentes (esos son nuestros alumnos que tendrán todo para decir)
Una vez escuché a una notable escritora de “literatura para adultos” decir que los jóvenes podían leer en el colegio la literatura contemporánea que se publica para adultos. Y claro que pueden. Si los profes la conocen. Como probablemente ella habría incluido algún título publicado en colecciones juveniles si los hubiera conocido. Uno opina de lo que conoce. Es poco honesto desdeñar lo que se desconoce, ¿no?
Entonces, hoy pensaba en estos diálogos, en los profes y sus vidas complicadas como las de todos y en las ganas de que dejen que se les amontonen de vez en cuando las pilas de platos para lavar, total, después quién les quita lo bailado.

¡Let´s dance!

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